martes, 29 de mayo de 2018

Laura Freixas: la voluntad de la escritura




La nueva entrega de los diarios de Laura Freixas en sus años de consolidación literaria resulta estimulante. Se lee con creciente interés, casi como una novela, acompañando a la protagonista en sus ansias: ¿logrará compaginar su vida familiar con la vida profesional y con su vocación literaria? Más concretamente aún, ¿logrará al fin publicar su novela? Y, como deseos que se leen en sordina, ¿logrará tener su segundo hijo?,  ¿conseguirá limar las diferencias latentes con el marido?
Más allá de ello, nos sumergiremos con placer maligno en el mundo literario y sus entresijos. Conoceremos las poses, vestimentas, habitáculos y manías de los escritores con los que se relaciona la protagonista; descubriremos las rivalidades y oportunismos en concursos y publicaciones; percibiremos los diversos colores con que puede recibirse el rechazo editorial. También disfrutaremos de ciertas complicidades literarias como las que se dan con Trapiello o “Mempo”. Por otro lado, también seremos testigos de numerosas lecturas y cuanto se extrae de ellas: como la rareza “baobab” de Chacel, lo sensual en Umbral, la narración de un destino en Smart. Aquí se produce en paralelo la búsqueda de modelos literarios y el análisis de las huellas textuales de género, si bien se incide que lo importante no es juzgar sino observar.  También en el diario nos saldrán al paso sutiles descripciones de paisajes diversos, tanto de sus excursiones por el Maestrazgo o Palencia, como viajes a París o El Cairo. 
Es cierto que se transluce cierta condición privilegiada en la autora, tanto por su situación económica como por la familia de origen y su red de contactos en la vida literaria. Y no podremos evitar cierta envidia al comprobar cuán activa vida de encuentros, viajes y excursiones en soledad o en pareja puede llevar a cabo. Ahora bien, Freixas es consciente de estos privilegios, y tampoco desea alardear de ellos. Pero ello no es óbice para que atraviese las mayores angustias cuando se ve humillada en el ámbito en que desea destacar. De hecho, el mayor mérito de estos diarios es el ahondamiento psicológico y moral de la autora en sus propios sentimientos, sin falsas complacencias ni modestias. Admite en repetidas ocasiones su envidia por los seres que triunfan, su fobia al fracaso, y todas las batallas que debe librar por ello. Y el psicoanálisis se observa como el arma que le ayuda a pasar de la confusión a la claridad. En fin, a lo largo de las páginas somos testigos del nacimiento de una identidad como escritora y una firme voluntad por escribir y por “llegar” aunque “nadie está deseando que uno escriba”. Quizás solo se echa a faltar un relato un poco más prolijo respecto a las contradicciones entre su yo maternal y su yo literario. Como si el tema del diario fuera más bien la construcción del yo escritor pero hubiera un temor a que la hija fagocitara las ambiciones de la autora, y esta aparece mencionada a menudo, como imagen de la felicidad, pero con brevedad, y no parece un impedimento para la carrera literaria de su madre, con excepciones muy contadas (como cuando está enferma).
Sí hallaremos una reflexión extensa sobre la maternidad en términos generales y resulta de actualidad cuando, lejos por igual de la maternidad intensiva como de la maternidad arrepentida, aboga por una maternidad que no pretenda ser un “deus ex machina” que todo lo soluciona; que sea “humana, no divina ni animal”. La maternidad está presente, y ejerce de manto de dicha, pero la no es lo que salva. Lo que salva es la literatura. Leyendo “Todos llevan máscara”, en fin, se siente el ímpetu de mirar más adentro en los deseos y sentimientos ocultos y atreverse a llevar adelante el propio destino.

Laura Freixas: Todos llevan máscara. Diario 1995-1996
Errata Naturae, 2018 

Esta reseña apareció en el Heraldo el 26 de abril de 2018

martes, 8 de mayo de 2018

Luces y letras de Alicante


Estuve recientemente en Alicante en ocasión del XV Congreso de la asociación Aleph, asociación que promueve el intercambio intelectual y la actividad cultural entre doctorandos españoles. Quise contribuir con un texto que aúna las experiencias artísticas de Enrique Vila-Matas y Miguel Ángel Hernández,cuestión que ya de por sí me había de provocar un placer inenarrable, valga la paradoja.
Ahora bien, no esperaba que en el congreso se hablaría de tantos temas apasionantes: la rebeldía estética y metafísica, la influencia de la Escuela de Frankfurt en cierta escritura, la posibilidad de calibrar el efecto emocional que la lectura efectúa en el lector,  la performance poética en nuestros días, la batalla del editor independiente actual, etcétera.
Tampoco esperaba el dinamismo y arrojo de los organizadores: Jaime Oliveros, Ignacio Ballester, Nuria Lorente y los demás.  Debería ser lo habitual, pero esta vez viví como nunca una horizontalidad en los diálogos (dentro y fuera de las mesas) y un auténtico interés por el otro que debería ser condición sine qua non en todo evento universitario (o extrauniversitario). Además, el arte como creación viva quedó también muy presente y portenciado en el encuentro. Prendada quedo de Aleph y adopto el compromiso, como mínimo, de estar pendiente de sus futuros pasos.


Además, el encuentro de Aleph me dio la ocasión de participar por primera vez en un concurso de tuiteratura que hablara sobre rebeldía literaria. Ese sugerente marco me daría la idea de llevar al extremo la imagen del Twitter como telaraña donde encontrar almas gemelas...o más bien lo contrario. Fue un gusto y un placer participar ser nombrada ganadora con este microrrelato:

Vivían solo para retwittearse. El entusiasmo era mutuo al enlazar artículos a cual más comprometido. Cada vez que se retwitteaban imaginaban un mundo más completo y justo. Un día quisieron encontrarse. Y no existían. Cada uno era el algoritmo de sí mismo.




En fin... ¡Gracias!

 


De Alicante me llevo
el ocre de las palmeras
montes sedientos y eternos a lo lejos
   esperanzas nuevas y nunca
 abandonadas
me llevo cien sonrisas disponibles
literatura hecha experiencia del aire y paseo.

En Alicante
hay también rutas
escondidas en la noche

donde juegas a estar y no estar
al unísono.

Me llevo la melodía sincopada
los compases a contratiempo
de pasos propios y ajenos.


Me llevo mi junventud sin envases
ni reservas
agazapada a la espera.

En Alicante reencuentras un reto y una esencia.


Me llevo un trayecto de flemática cadencia en tren de tierra




Me llevo un regreso meteórico en tren de aire
mi libertad vuelta ímpetu que recuerda hacia lo nuevo

ingravidez valerosa

raíles inivisibles que devuelven al punto
donde se trenzan todos los círculos.