viernes, 7 de octubre de 2016

Botella al mar en favor de la educación pública (1)

 


Acabo de leer el libro "Gracias, Finlandia", de Xavier Melgarejo. Y me ha encantado tener la sensación de percibir una brizna de claridad por entre las ideas comunes. Creo que informarnos un poco más de las luces y sombras de la educación aquí y en otros países nos puede ayudar a enfrentar el siglo XXI con mayor optimismo, o realismo, o más bien una esperanza realista.

Xavier Melgarejo ha dedicado un decenio de su vida a estudiar el sistema educativo finlandés en comparación al español, y ha hecho su tesis doctoral sobre ello. Así que no nos habla de oídas cuando se dedica a analizar las peculiaridades del sistema finlandés, buscando en ello cuál es el "hecho diferencial" que provoca un éxito rotundo cualitativo y cuantitativo en sus resultados, y tratando de perfilar si alguno de esos rasgos serían exportables a España.

Durante el trayecto del libro (lectura que os recomiendo, por fructífera a la par que amena, la leeréis en unas pocas sentadas), varios procesos mentales se han desencadenado en mí, que quería compartir con vosotros.
(Esto no es un resumen exhaustivo del libro, son algunas ideas que he retenido de su lectura que me han parecido especialmente interesantes.)

Contra los tópicos

Las informaciones de Melgarejo nos aportan datos muy útiles para escapar de los tópicos que hacen mella en nuestra visión del sistema educativo español. Estas son algunas de las ideas que deconstruye:

- La educación aquí es mala porque no se tiene buena metodología

Melgarejo insinúa que eso no es cierto en líneas generales. España tiene buenos profesionales y programas; si a veces el conjunto fracasa no se debe tanto a ello sino a las dificultades organizativas: ratio alta, escasez de recursos, escasez de medios de atención a la diversidad, poca ayuda a las familias...

- Los resultados lectores son un desastre.

Ha corrido mucha tinta sobre ello, debido a los famosos informes internacionales PISA de comprensión lectora. En ellos se observa que hay un gran número de alumnos que no alcanzan las competencias mínimas, y los resultados distan mucho de los excelentes de Finlandia. Sin embargo, no son resultados desastrosos, y de hecho la media se sitúa a un nivel similar al de otros países nórdicos con buenos sistemas educativos, como Noruega, Suecia, Dinamarca. Teniendo en cuenta que la inversión en educación es mucho menor en España, nuestra situación podría interpretarse hasta admirable.
"Podemos llegar  a la conclusión de que los resultados españoles relativamente positivos se pueden atribuir al sistema escolar, mientras que el número de alumnos españoles que no superan la enseñanza obligatoria (nuestro llamado 'fracaso escolar') debe de estar relacionado con las tasas muy bajas en las variables de Estado del bienestar, sanidad, PIB de inversión en educación."

El problema aquí sería más bien el de la poca excelencia, puesto que los resultados de nivel más alto lector son escasos en comparación a otros países, y también el de la no existencia de una masa compacta de ciudadano crítico y lector, en la línea del "aprendizaje para la vida". Según datos de 2009, el porcentaje de personas que no siguen los estudios después de los obligatorios en España es del 31%, frente al 9% finlandés o el 14% de media europea. No resultará casual que también en Finlandia se produce el porcentaje mayor de adultos que siguen en formación permanente (más del 50%).

- Los profesores y alumnos aquí son vagos

La idea del "carácter latino" o "clima mediterráneo" para justificar un nivel de implicación en los estudios menor al de otros países no tiene fundamento científico. Lo que definitivamente puede afectar al rendimiento escolar son unos horarios excesivos y una excesiva permanencia del niño en el aula desde los 3 años. (En Finlandia la escuela empieza a los 7 años, y las clases son de 45 minuto y dejan suficiente tiempo libre al niño por las tardes.)
La ecuación aquí está mal entendida: no se trataría de a menor rendimiento, más permanencia en el aula sino lo contrario: cuanto más se optimizan las horas de aula más serenidad y salud en el niño para equilibrar las horas de su día en relación a su vida familiar, social, etc.
(¿Por qué será que aquí tan a menudo se quiere "cansar" a los niños?, me pregunto yo.  ¿Realmente a los padres les resulta satisfactoria la fórmula cole-extraescolares-parque-baño-cena-dormir? ¿Y el tiempo para disfrutar y aprender juntos de todo lo que ofrece el día a día?)
No, los profesores y alumnos no son vagos. Trabajan muchas horas. Pero acaban agotados con los horarios y ritmos aquí predominantes, y eso hará que no siempre estén tan receptivos al aprendizaje.

- Aquí escasea la vocación docente

No escasea la vocación docente, puesto que las facultades de Magisterio andan llenas de candidatos. Lo que cojea es la gestión de la administración de dichas vocaciones. Puesto que hay tantas plazas de Magisterio y la nota de corte siempre es baja, acaban en las aulas de formación de maestros una gran parte de la población que no tenía vocación para ello, de modo que después el porcentaje de abandono, según examina Melgarejo, es de aproximadamente el 50%.
¿No sería más conveniente adoptar el ejemplo finlandés y ejercer la selección docente no después del proceso (con las temidas oposiciones) sino antes, ejerciendo un fuerte filtro -de conocimientos, pero sobre todo de aptitudes sociales y emocionales- para aquellos que deseen dedicarse a la docencia? De este modo se ahorra en recursos y solo pueden acceder unos pocos a la docencia; pero la vocación y competencia de esos pocos está asegurada; y la administración además con el ahorro de plazas sobrantes podrá dedicar más recursos a ellos, como sucede en el excelente plan de formación del profesorado finlandés (grupos reducidos, prácticas en centros de excelencia, profesorado muy selecto, trabajo artístico, de crítica e investigación...).

- Las escuelas españolas no saben educar para la vida

Según algunas encuestas que transmite Melgarejo, un 55% de padres finlandeses consideran que la educación de sus hijos es su responsabilidad mientras que en el caso de los españoles se trata del 15% únicamente. Mientras sigamos con esa expectativa, estamos depositando en los hombros de la escuela un peso excesivo que, teniendo en cuenta las limitaciones actuales, es insostenible.

En realidad, olvidamos que objetivamente un niño pasa más tiempo fuera del cole que en su cole. Melgarejo nos transmite unas estadísticas recientes realizadas en Catalunya donde se puede observar que la cantidad de horas pasadas por un alumno en Catalunya de media viendo la tele (cerca de 1000) son ligeramente superiores a la media de horas pasadas en la escuela. ¿Tanto nos preocupa el contenido de la escuela y tan poco medir la calidad del tiempo pasado en casa o de los contenidos mediante los cuales la tele los educa? Y es que en realidad, argumenta Melgarejo, teniendo en cuenta los días festivos, las tardes y todas las vacaciones, un niño acaba pasando sustancialmente más horas en su casa (o fuera del cole) que en el cole, un 80% aproximadamente de su tiempo anual, que, si descontamos las horas de sueño, se mantiene en cualquier caso superior al 50%.
Por otro lado, si tenemos en cuenta que los alumnos finlandeses no se escolarizan sino hasta los 7 años y a los 9 ya encabezan los resultados en comprensión lectora, ¿no será que las horas de dedicación familiar hacen en ellos más mella que la escolarización? ¿No deberemos hacer un esfuerzo en educarles con el ejemplo, crear un clima lector en casa en vez de exigir que sea el profesor quien le inculque el hábito?

En suma, ¿a quién no le preocupa que su hijo sea feliz? Ahora bien, ¿ha de ser responsabilidad de la escuela dicho balance existencial? Me temo que a menudo olvidamos que la principal responsabilidad sobre la educación del hijo es de los padres, no de la escuela. De los padres depende su educación en valores, su sensibilidad, su solidaridad, su curiosidad por el saber, su capacidad de compartir con otros, en resumen, el disfrute y felicidad. La escuela es un sistema formal que asegura que los niños en el futuro tengan unos mínimos conocimientos y que aprendan a vivir en una micro sociedad estructurada. Que los eduquen en valores y que potencien el disfrute es un obvio avance de la pedagogía moderna. Ahora bien, no nos confundamos. Esa misión es fundamentalmente nuestra. Si la escuela lo refuerza, miel sobre hojuelas.

- Aquí hay pocos recursos  para emprender cambios.

En el análisis de los Informes PISA Melgarejo ha demostrado que la renta de un país no es proporcional a rendimiento escolar. (Noruega, Dinamarca y Suecia poseen una renta superior a Finlandia y resultados inferiores.) La renta puede ser una variable a favor o en contra pero todo depende de cómo se optimicen los recursos.

Que la escasez de recursos sea la causa básica del fracaso escolar español es otro tópico a desmentir. En España se han producido terribles recortes en educación, está claro. Ahora bien, recursos hay. La pregunta es en qué se gastan. Y se están gastando en cambiar constantemente las leyes educativas. (Finlandia demostró hace tiempo que es mejor tener una ley estable y lo bastante amplia y flexible para adaptarse constantemente a la diversidad.) Se gastan en mantener al alumno como sea en el sistema educativo, a través de repeticiones, refuerzos, desdoblamientos. Es decir, se intenta curar el fracaso escolar con parches muy costosos; cuando ese fracaso, como sucede también en sanidad, debe 'curarse' desde la misma base, desde la concepción misma de la educación.
En Finlandia los alumnos no repiten más que en un porcentaje muy mínimo. (Menos del 0,4% aproximadamente del alumnado.) La UNESCO ya alertado que los alumnos con una edad superior en una aula presentan más dificultades. No hay apenas fracaso escolar, en el sentido de que más del 90% de la población acaba la enseñanza obligatoria. Para que todo ello se produzca, habrá que invertir en recursos que reinventen la base educativa, que den empuje a la población estudiantil, no simplemente vayan cosiendo tiritas caritativamente a aquella parte del sistema que se descompone.
Para empezar, habría que publicitarse el coste de un alumno en nuestro país para que puedan calcularse mejor las medidas y la inversión que suponen. 

- Los directores tienen que ser uno más, el poder debe estar repartido entre el profesorado.
Aquí hay mucho miedo a la función directiva en un centro, tal vez a causa de la herencia franquista o a la ansiedad por mantener un ideal de libertad. Se quieren escuelas no directivas. Se dice  que alguien es un "tirano" cuando ejerce su mandato. No nos confundamos: una cosa es mandar por mandar, por ejercer el poder, o el funcionario que solo desea ganar "puntos" para poder abandonar ese destino no deseado cuanto antes; si aquí los directores a veces no ejercen su magisterio con magnetismo, tal vez será una rémora del antiguo sistema funcionarial.
Pero ello no es óbice para razonar que hace falta un liderazgo potente en todo centro educativo... y si en Finlandia ha funcionado que los directores tengan una función y formación específica, y sean elegidos por los consejos municipales, y que ellos a su vez puedan elegir directamente a los profesores, ¿por qué no?


- No hay que exigir a los alumnos conocimientos.

De acuerdo en que la memorística tradicional no es aquello que más convenga al desarrollo del espíritu crítico... y que no hace falta aprender tablas de reyes visigodos. Sí, la enseñanza futura, como ya se demostró con la implantación del constructivismo como filosofía de enseñanza, debe de estar basada en la construcción del saber por parte del alumno y en la adquisición de competencias que les sirvan para la vida... Ahora bien, ¿por ello hay que desdeñar el saber, el aprendizaje de contenidos? Trabajar por proyectos, aunque un horizonte deseable y alentado por la nueva pedagogía, no debe erigirse en el único bastión escolar, pues debe primar por encima de todo la reverencia por el saber.
Así, en Finlandia, fuente de inspiración para la Escuela 21, ha asumido el modelo constructivista y el incentivo del espíritu crítico e investigador por parte del alumno, pero siempre desde el reconocimiento de la excelencia y desde una auténtica vocación de aprender. A los maestros también se les exige una gran cantidad de conocimientos de todo tipo, científicos, lingüísticos, tecnológicos, sociales... En fin, que el desear una escuela con otra metodología a aquella que usaron con nosotros no quiere decir que tengamos que huir de todo lo relacionado con los conceptos, ni que haya que desdeñar la transmisión de los mismos siempre que sea necesario. ¿O queremos futuros ciudadanos presentistas, sin ninguna noción histórica ni conocimiento estructurado del mundo? 


- Es imposible aquí ningún cambio... es demasiado complicado.

Finlandia no siempre ha tenido este modelo educativo. Sí se procedía de una tradición luterana donde se valora y potencia la lectura personal y la responsabilidad individual. Ahora bien, el sistema educativo como se conoce ahora procede de la década de 1970. Tras una profunda crisis social, política y económica, en Finlandia se realizó un amplio análisis hasta proponerse un gran cambio en la educación como estrategia política centrada en acciones concretas. Los objetivos eran dos:  potenciar la lengua y la educación como cohesión social, y conseguir liderar sociedad del conocimiento sin renunciar al bienestar, potenciando la equidad y la calidad.
En la gran reforma, el eje central la ocuparía la formación del profesorado, que pasaría a ser la más exigente y exquisita de Europa. Y ello pronto tendría una repercusión directa en la enseñanza y también en la valoración social del profesor, lo que redundaría en una mayor sincronía entre sociedad, familia y escuela en favor de la educación.

Si en Finlandia se logró un viraje radical y, tras una reforma profunda, pudieron verse los resultados en veinte años, aquí no sería imposible emprender algún tipo de reestructuración profunda. Pero hace falta mucha voluntad política y también un gran tesón hasta observar los resultados fruto de los cambios.

Quería hablar ahora de los caminos de excelencia que podrían apuntarse basándonos en el ejemplo finlandés... pero este post me ha quedado ya demasiado largo.

Continuará.